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2 May 2025

Tio Fello

Post by Ibis Rodriguez

Escuchando un programa de comentarios, oí expresiones positivas sobre el pueblo de Comerio; entre ellos, lo productivo que fue en términos del tabaco en PR. Eso me trajo el recuerdo de tío Fello, uno de los hermanos de mi abuela materna.

Mis recuerdos de tío Fello pertenecen a mi niñez. Él vivía en los altos de la casa de mi abuela, de forma sencilla y con un cuarto destinado a su producción de tabacos. Así que tuvimos también en nuestra familia un tabacalero, vocación casi extinta en la isla.

Tío Fello tenía el pelo totalmente blanco, blanquísimo, lacio y de largo hasta mitad del cuello; siempre peinado, sin pelo alguno fuera de lugar. Una vecina, doña Mary, le envidiaba ese cabello; decía: “Yo quisiera tener el pelo de Fello, tan ¡blanquito!” El de ella era de varios tonos: gris, canoso y partes negras aún, extremadamente largo.

Su figura era delgada, un poco jorobado por el peso de los años. Caminaba despacio, a pasos cortos, arrastrando un poco los pies. Siempre vestido con camisilla blanca sin mangas y pantalones negros, sujetados a la cintura con correa. Era muy callado y nosotros, de niños, solo oíamos su ronca voz cuando nos regañaba porque estábamos haciendo mucho ruido. Su seriedad nos daba un poco de miedo. A veces nos permitía observar cómo enrollaba las hojas, las pegaba y cortaba en forma precisa, hasta formar un tabaco perfecto, oloroso, listo para fumarse. A mí, particularmente, me encantaba cuando prendía uno y yo estaba cerca. El olor era exquisito, suave, fresco. Lo veía aspirar dos bocanadas y exhalarlas hacia arriba. A veces nos mostraba con orgullos producción instantánea de anillos de humo. Con esto nos entreteníamos un rato y creíamos que era magia que solo él podía hacer.

No tengo fotos, hubiera sido un recuerdo apreciado por todos. Pero su imagen la tengo viva en mi memoria. Vivió entre nosotros, hasta su muerte. Siempre callado, tranquilo y querido. Al final de sus días, bajaba la escalera a cualquier hora, para que cualquiera que estuviera a su alcance le ayudara a recordar nombres, personajes, sucesos, novelas de televisión, etc.  A veces recibía su respuesta, en otras subía sin la anhelada contestación, tal vez porque la información que compartía no era suficiente para responderle. Creo que al rato olvidaba su pregunta y subía a descansar o seguir trabajando en sus tabacos. Para ese entonces el término Alzheimer no estaba de moda, así que esos cuestionamientos se decía que eran producto de la vejez y los tomábamos como algo natural, producto de su ancianidad. Tio Fello, parte de la familia, para recordar.

 

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