El 2025 ha comenzado de manera interesante; muchos temas, muchos eventos y expectativas en espera de ser cumplidas. Las primeras semanas los tres temas que inundaron los medios fueron: Bad Bunny, JGO y las fiestas de la calle San Sebastián, y todo lo que se desprendía como subtema de cada uno.
Ya poco a poco se va despejando y refrescando la materia de alimentación de diálogos y opiniones; pareciera que el país se va desperezando e insertándose en la realidad nuestra de cada día.
Comenzó la semana con la noticia de la reducción/cancelación de programas académicos en la Universidad de Puerto Rico. Como educadora, comparto este comentario y punto de vista para la reflexión, como un acercamiento desde la experiencia vivida en niveles administrativos y académicos de varias instituciones.
Tal vez se equivocó la administración de la universidad, al pensar que, en una época como esta, las decisiones se toman unilateralmente, sin la inclusión de las partes afectadas por las mismas. A eso le llamo “pecado de omisión e ingenuidad”. Hoy día todo- TODO – se sabe, todo se filtra y nada está exento del escrutinio público. Se logra más con la asertiva y amplia comunicación, que con la imposición de decisiones tomadas unilateralmente. A fin de cuentas, la participación de los sectores involucrados hace o convierte a todos en responsables de esas decisiones. En arroz y habichuelas: los “embarra a todos” y eso debe provocar la discusión seria, poniendo atención, esmero y cuidado en la toma de decisiones.
Los tiempos han cambiado. Las universidades tienen que actualizar su oferta, sin menospreciar ninguna preparación. Esa actualización hay que realizarla a la luz de los cambios sociales y nuevas necesidades de preparación que surjan en el área de empleo. Hay mucho que decir, opinar y recomendar con relación a este tema. Lo antes expuesto aquí es a modo de introducción de mi visión sobre ser “influencer”. La situación de la oferta académica lo retomaremos en otro escrito más adelante
Me movió a escribir estas líneas, el planteamiento de una joven entrevistada por los medios, que identificó su trabajo/oficio/ocupación como “influencer”. Y es en el surgimiento de esta nueva manera de ganarse la vida que quiero enfocarme. En el lenguaje nuestro de la época juvenil, preguntaríamos: “¿Con qué se come eso?” – en otras palabras, ¿Dónde puedo estudiar para ser una “influencer” profesional?
Al parecer es el oficio del momento y solo basta tener un equipo tecnológico sencillo, ideas (sensatas o no) y seguidores dispuestos a apoyar al protagonista. Como en todo, hay excelentes, buenos, mediocres y malísimos “influencers”. Para los gustos, los colores.
Pero de repente se me ocurre que ¡yo también he sido “influencer”! Sí, sí sí. Como educadora han pasado miles de estudiantes por mis cursos (25+ años como profesora atestiguan esto). Hoy la gran mayoría convertidos en profesionales o trabajadores que aportan positivamente a nuestra sociedad. Me gusta pensar que de alguna forma pude influir en sus vidas y que, a pesar del tiempo, recuerdan mi curso o las actividades que realizamos en el salón de clases.
Así que ser “influencer” no es nuevo, es una manera de llamar a todo aquel que de alguna forma entra en la vida de los demás. De esta forma concluyo que todos los maestros somos influyentes. O mejor aún, sentamos las bases de una nueva forma de ganarse el sustento, ¿no crees?
Enero 2025
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1 comentario
Los maestros y profesores son junto a los padres los primeros “influencers” de los alumnos e hijos.
Asi es, amiga. Lo preocupante de todo esto es que le cambiamos el nombre a lo existentes y nos creemos que estamos creando algo nuevo. Es como si quisieramos matizar con la manera de llamar las cosas (lo que sea).