Ayer visité el que fuera mi centro de trabajo por más de 20 años (10 en Orlando y 17 en PR). Tenia una entrevista para hablar de mi libro, Lolo, un pececito diferente. Aproveché la visita para recoger los tereques de la que fue mi oficina y saludar de paso a mis colegas y amigos. Creo que pospuse ese recogido porque sentimentalmente me sigue costando este retiro involuntario (por razones de salud).
En varias instancias, se me aguaron los ojos. Indudablemente, repasé en forma mental mis experiencias en la institución. Esta vez de forma diferente, tal vez para alivianar el peso emocional de este último paso. Enfoqué esos recuerdos en las contribuciones que como persona y como profesional aporté. El inventario es extenso, gratificante, pero, sobre todo, lleno de satisfacción ante los retos que me tocó enfrentar. Muchos de ellos, dignos de convertirse en historias que ya iré compartiendo en este blog personal.
Ayer cayó el telón de mi etapa como empleada; hoy se levantó la de manejadora del proyecto de lo que es mi vida como autora, bloguera, empresaria, entre otros roles que seguirán vigentes mientras tenga vida. La vida se reinicia cada vez que nos lo proponemos, el ser humano es la manifestación maravillosa de ese ente espiritual supremo que nos da la oportunidad de existir, Dios.
¡Comenzamos de nuevo!
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