En el periódico de hoy aparece el titular: Beatriz Rosselló, Feliz como madrina de San Juan Moda. En otro momento tal vez ni me enterara de que existe ese título. Pero hoy, 22 de diciembre de 2017, no puedo dejar de detenerme y aunque sea mirar el artículo. Resume la intención de este organismo este año y de cómo la primera dama del país es pieza clave en esas intenciones. Eso está bien, dentro del caos una noticia agradable y que pretende quizás abstraernos un poco de la realidad que vive Puerto Rico.
No estoy en mi isla, no participo de la política, desconozco los pormenores de lo que es San Juan Moda. Lo que me desconcierta es el no ver más titulares que expongan las gestiones de los que tienen la responsabilidad mayor de trabajar por la sociedad en general para recuperar nuestra calidad de vida.
Son muchos los que están abandonando el país y no precisamente con alegría o nuevas esperanzas. La mayor parte sale obligada por las circunstancias, llenos de incertidumbre, con miedo y en lo más recóndito de sus almas, una desolación y tristeza profundas, porque están conscientes de que no será fácil volver a comenzar y enfrentar otras vicisitudes, pero fuera del calor humano que se transpira Puerto Rico.
Son muchas las madrinas y padrinos que necesita la Isla para salir adelante, que trabajen con el necesitado, con las comunidades más pobres, con nuestros ancianos que se están muriendo por varias razones, con los comerciantes locales que hacen maravillas para poder subsistir y de paso dar la ayuda a sus fieles empleados que están en igual o peor situación.
El Día de Navidad, voy a PR. Todavía no he pisado tierra y ya tengo el corazón apretado, susto en el alma y la tristeza estacionada en el cuerpo, producto anticipado de lo que voy a encontrar. Cierro los ojos y quisiera tener la varita mágica que borre las desgracias, conceda los deseos y pueda otorgarle al país la solidaridad y la hermandad necesarias que trasciendan los niveles sociales, para verdaderamente ver la transformación que necesitamos.
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