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10 Sep 2025

De esa noticia que no queremos, pero es real

Post by Ibis Rodriguez

Hoy el golpe fue duro, predecible, pero duro. Mi oncólogo me dejo saber que había que averiguar si en realidad estaba haciendo efecto este tratamiento. Porque no se valía que me deteriorara en vez de mejorar. El corazón se me fue al piso. Aunque los pacientes de cáncer sabemos o estamos mas conscientes que los demás de que la muerte es algo real, que nos ronda todo el tiempo, recibir la noticia de que tenemos que tomar la decisión de continuar o parar el tratamiento, nos congela el alma y desata en tropel la mar de pensamientos y sentimientos. Estos últimos son con los que hay que trabajar fuertemente para no derrumbarnos y cada día seguir viviendo.

Lo primero que asalta la mente es el pensamiento de detener todo, no continuar planes y respirar cada día la multiplicidad de eventos desconocidos de cómo serán esos días. Nada de eso debe ocurrir. Por el contrario, hay que buscar cada día nuevos propósitos, conocer nuestro cuerpo y como tratar lo que se presente como sintomatología. Sólo uno conoce su cuerpo y sabe cuando algo anda mal, al menos siempre lo he creído.

A la muerte no le tengo ya miedo. Es parte de nuestro ciclo de vida. Eso lo aprendí de mi papá, quien murió hace 27 años. Vi como su cuerpo menguaba, pero su ánimo estaba férreo. Incluso cada vez que entraba al hospital, conversábamos sobre los pasos que había que dar cuando el muriese. Lo hacia con una naturalidad y tranquilidad divinas, lo que me daba la fortaleza para manejar lo emocional. Nunca he dejado de extrañarle, y de él aprendí cómo enfrentar este proceso.

Lo que en realidad me entristece son otras cosas. El dejar a mi hijo solo, cuando tengo la certeza de que emocionalmente todavía le falta crecer. No ver a mi único nieto desarrollarse y que tal vez no vaya a tener un recuerdo más concreto sobre mí; apenas tiene dos años y cuatro meses. Mi madre esta viva y en salud, gracias a Dios; que tenga que tener días tristes cuando ya yo no esté, me destroza el corazón. Pero son procesos de vida. La mía siempre ha estado llena de familia, amistades verdaderas, eventos, logros, tristezas manejables y pasajeras; pero, sobre todo, de bendiciones.

No me quejo; he vivido. Y seguiré haciéndolo, hasta que Dios me llame.

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