Vida perruna

Ser perro en esta época es un lujo. Ya no se quedan en el nivel de “ser el mejor amigo del hombre”. ¡Qué va! Han trascendido a tener una experiencia casi humana. Junto con ella, una serie de privilegios que algunos humanos no conocerán jamás. Cuidos, variedad de comidas, veterinarios, juguetes, casitas, hoteles, camitas, hasta planes de salud existen.

Ser dueño de un perro, representa una gran responsabilidad y también creo que con ello algunas complicaciones. No me mal interpreten, siempre tuve perros, me encantan. Me refiero a que, si tuviera un perro, no sé cómo me decidiría ante la oferta de “lo mejor para ellos”.

Empecemos por el alimento. Hay cientos de anuncios que reclaman ser lo mejor para alimentar a tu perro: sin aditivos, sabores artificiales, colorantes, etc. Hay en bolsas, en latas y hasta refrigerados. Si fuera perra (¡en el sentido original de la palabra!), creo que preferiría las sobras de la casa, con la sazón que pareara los olores que percibiría en la preparación de las comidas humanas. Nada como una buena ración de la comida hecha en casa. Tuve una perrita que después de comer las sobras un día, en sustitución de la comida de perro que se había agotado, jamás volvió a querer esa comida y terminó sus días comiendo de lo que nosotros teníamos en nuestros platos.

Lo cierto es que la expresión “vida de perro” ciertamente ha evolucionado en su interpretación. Es una vida de lujo y mimos para muchos, y ¡hasta pueden viajar en cabina! Lamentablemente, todavía hay quien no los ve como seres capaces de amar y cuidarnos con absoluta lealtad. El ser humano que es capaz de maltratar a un animal, merece recibir el mismo trato o peor. No hay razón alguna para esa crueldad y quien la protagoniza, mi mayor deseo es que reencarne en un pequeño mosquito y en su primera picada, ¡zas!, reciba una palmetazo de mano bien abierta.

Memorias

 

Tal vez por ser la mayor de cuatro hermanos, siempre he vivido rodeada de adultos. Puede ser que también haya algo en la personalidad que me permite entablar una relación de amistad con personas de mayor edad que yo. Ello me ha permitido cultivar relaciones de amistad grandiosas y que me han enseñado a vivir de las experiencias y a aprender de estas.

Siempre me había preguntado por qué la mayoría de los envejecientes recurren a la repetición de historias pasadas como temas de conversación en los encuentros o reuniones que sostienen. De golpe se me ocurre, que precisamente en esos recuerdos es que tal vez apoyan las vivencias del presente que se vive en la edad dorada.

Si es así, ¡pobre de los que les toca oír repetidamente esas historias! Pero también, pienso que debe ser triste también para el que la cuenta una y otra vez, pues le reitera que limitó sus posibilidades de una vida llena de aventuras y momentos dignos de ser recordados y contados.

La calidad de nuestra ancianidad indudablemente depende de cómo decidimos vivir nuestra vida, bien expresado es que todo tiene su momento y que en cada etapa de nuestra existencia estamos llamados a vivirla de manera intensa. Si no, ¿de qué memorias vamos a vivir cuando la mente y el cuerpo involuntariamente nos obliguen a cumplir lo que nos corresponde al pasar los años?

Así que solo resta decir, que procuremos llenar nuestra existencia de todo tipo experiencias que puedan ser recordadas en las postrimerías de nuestro existir, pues al fin y al cabo a eso es a lo que finalmente le llamamos: ¡Vivir!

PD:

ERI – sigue disfrutando cada momento sin parar, con $ y sin $$.

TRC- que bueno que has encontrado tu felicidad

A mis sobrinas: tengan todos los novios que se les antojen, ¡al final siempre será una sorpresa con quien decidirán emparejarse!