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23 Feb 2022

La bibliotecaria

Post by Ibis Rodriguez

La pandemia le estaba cambiando el escenario. Esa directriz de trabajar desde la casa le ponía su vida patas arriba. Su rutina estaba destrozada, sin ella poder hacer nada para detenerla, conservarla. Así se le trastocó la vida a Emilia, la callada, modosita y sobria bibliotecaria de la uni.

Cada día se levantaba al rayar el sol, caminaba hasta el baño arrastrando los pies y metía su redondo cuerpo bajo el agua fría, para que la terminara de despertar. Luego a lavarse los dientes, secar su cabello, vestirse siempre con su oscura ropa y pasar a desayunar cualquier cosa que le llenara su panza y la sostuviera hasta la hora de almorzar. Tomaba el tren y al sentarse en él, metía su cara “espejuelada” en el libro de turno. La misma rutina cada día para presentarse en su monótono trabajo. En sus ocho horas de rendimiento laboral atendía estudiantes, facultad y una que otra visita que llegaba para romper esa monotonía y ponerla a trabajar demás.

Pero, llegó la pandemia y todo lo que se coló con ella. El primer día realizó la misma rutina, cual si fuera a salir al trabajo, excepto que no abandonó la casa. Se conectó a las 8 y cotejó que su servicio de internet estuviera funcionando. El primer cibernauta solicitó sus servicios a las 8:15, terminó con él en diez minutos. A las 9 tenía que conectarse a la primera reunión virtual. Cotejó en la cámara de su HP como la verían sus compañeros. Retocó su pelo y leve maquillaje y pasó a conectarse. Todos entraron a tiempo, se saludaron, bromearon un poco e iniciaron los temas asignados para discusión. La reunión duró solo una hora, el tiempo gratuito que daba la plataforma para su uso, pensó: ¡qué inteligente esa plataforma al controlar el tiempo de conexión! De esta forma los obligaba a ir al grano y resolver/discutir en tiempo récord lo presentado en la reunión. Eso le había gustado, así no tenia que escuchar a los que siempre tenían algo que decir o traer a la reunión y que acaparaban la atención y alargaban extensivamente el tiempo de esta. Al finalizar, pasó nuevamente a su estatus de disponibilidad para el usuario. A las 5 se desconectó, pero no cerró su computadora.

Al comenzar su cena, escuchó el primer “tinnnnn”, sonido que le avisaba que alguien requería servicio. Decidió atenderlo, aunque no cobrara hora extra. Era una petición fácil, el usuario requería información de como recuperar su contraseña. Le envió el folleto digital que contenía las instrucciones. Terminó de cenar y pasó a prender la tele para ver su programa de juegos favorito, en donde se veían las historias más inverosímiles de personas que evidenciaban su baja escolaridad y provocaban la risa de los espectadores por las respuestas que daban.

Nuevamente la interrumpió el “tinnnnn”, quiso atenderlo y lo hizo. El sonido se repitió consecutivamente hasta casi las 11 pm. Su primer día en linea fue verdaderamente extenso. Mañana resaltaría en la página de biblioteca el horario para servicio en línea. Esperaba que, con eso, desaparecieran las peticiones fuera de horario de trabajo. Se fue a dormir.

Al día siguiente, comenzó la rutina del día anterior, aunque durante la mañana no tuvo peticiones de usuarios. Lo que le permitió seguir jugando rompecabezas en otra página de su HP. Después de las 6 comenzó a recibir peticiones, una tras otra; lo que la mantuvo ocupada hasta las 10. Nuevamente estaba trabajando nocturnalmente. Transcurrieron varias semanas de la misma forma, lo que le alteró el alma y el espíritu. Ya no tenía contacto con los demás, como Dios manda y lo peor, ¡tuvo cambio de horario laboral sin pedirlo! Adiós desconexión necesaria y anhelada entre la experiencia laboral y la personal. Adiós al acercamiento e intercambio social. Adiós a la tranquilidad de sus horas vespertinas. Indeseada bienvenida a la invasión de su espacio personal, a la irregularidad de su horario de trabajo, al distanciamiento/aislamiento que produce trabajar desde la distancia. Y lo peor, ¡adiós a su tranquilidad y organizada existencia! Mañana comenzaría sus terapias con el psiquiatra, esperando que la devuelva a su anterior rutina, tan organizada, tan entretenida, tan ¡vida!

IRC febrero 2022

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