Los domingos de mi niñez y adolescencia eran días de desayuno familiar, sancocho y música, Mi papá se levantaba antes que todos, ponía la plancha y comenzaba friendo tocineta, preparando revoltillo y tostadas del mejor pan que había en Bayamón: La Cialeña. El olor nos levantaba poco a poco y cada uno iba desfilando frente al counter y la estufa y sirviéndose su ración. Así llegaban las once de la mañana y entonces comenzaba la preparación del sancocho dominical.
Entre las horas transcurridas hasta la hora de comer, mi casa se inundaba de música administrada por el mejor DJ que existía en la calle 12 de Bayamón Gardens, mi papá. Así todo conocimos a Felipe Pírela, Armando Manzanero, Carmen Delia Dipini, Santitos Colón, Tito Rodriguez, Trio Los Condes, Lucecita, Chucho Avellanet, Johnny Ventura, Oscar D’León (porque su gusto musical era así de variado) y Billo ’s Caracas Boys, entre otros muchos.
Eran domingos de amar o repudiar la música. Creo que todos aprendimos a amarla y hasta mis vecinos se contagiaron con ella. ¿Por qué escribo ahora? Porque esta semana murió uno de mis soneros favoritos, el Cano Estremera. Otros artistas admirados han trascendidos, pero confieso que nuca había llorado por alguno. Por este, sí, y he estado pensando la razón. Será la tristeza de lo que estamos viviendo, la melancolía de vivir fuera de mi Isla, el que he perdido familiares queridos en esta maldita pandemia y no hemos podido despedirlos con el cariño y amor que merecían o que todo esto me ha vuelto una irremediable e irrescatable sentimental.
La muerte de El Cano, me golpeó. Fue un sonero irreverente, irrepetible, único y auténtico. Quizás por eso lo admiro y simpatizaba con su soneo. Llamaba las cosas como son, bromeaba y se atribuía las cualidades que bien le correspondieron, fue lo que lo catapultó a ser quien fue en nuestra época. En mi intimidad, con mi gente, comparto hasta nuestras formas de hablar, los que son parte de mi círculo íntimo, lo saben. ¡y créanme que se siente tan bien ser autentica, puñeta! Incluso Cano siempre reconoció que el primer sonero de Puerto Rico lo fue Maelo, el papá de los soneros.
Cano, rebelde, inigualable, maestro de la inventiva en el soneo, trasciendes a otro plano; pero tu música, tus presentaciones, tus espectáculos en tarima, tu “plante bandera», en otros lugares fuera del país, tu amor a PR y tu humildad de origen, te coloca en un lugar único y perdurable en la memoria colectiva. Descansa en paz, nos veremos en otro plano y espero que podamos reconocerte por esa autenticidad que marcó tu existencia terrenal.
Cumbele maina, ¡con son! ¡Arriba El Cano, coño!!!
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