“Hemos pasado la zarza y el guayacán”, refrán que por años ha usado mi querida y amada Tía. Con ello se refería a los tiempos malos, a los difíciles, a esos que pensamos nunca van a terminar.
Pero la vida le ha enseñado que vale la pena esperar. ¿O es que acaso ella le ha enseñado a la vida que la voluntad y el alma no se pueden quebrantar? Si lo que hay para comer es arroz blanco y huevo frito, ¡bienvenido el manjar!
Pero eso no es lo que la hace especial y admirable, no. Es la manera en que disfruta la vida, mejor que cualquier millonario. Solo basta Medalla, comida y buena compañía, es suficiente para festejar. El motivo se lo inventa, cada día es especial. Creo que descubrió el secreto de la felicidad y no tiene miedo de que se lo roben. Compartir lo que tiene y lo que no.
Su tesoro espiritual le permite ayudar a todo el que necesita. Su riqueza supera la de cualquier rico en monedas. Familia, amigos conocidos y desconocidos también, llenan su quehacer día a día.
¡Todos envidian la vida de mi Tía!
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