Tal vez por ser la mayor de cuatro hermanos, siempre he vivido rodeada de adultos. Puede ser que también haya algo en la personalidad que me permite entablar una relación de amistad con personas de mayor edad que yo. Ello me ha permitido cultivar relaciones de amistad grandiosas y que me han enseñado a vivir de las experiencias y a aprender de estas.
Siempre me había preguntado por qué la mayoría de los envejecientes recurren a la repetición de historias pasadas como temas de conversación en los encuentros o reuniones que sostienen. De golpe se me ocurre, que precisamente en esos recuerdos es que tal vez apoyan las vivencias del presente que se vive en la edad dorada.
Si es así, ¡pobre de los que les toca oír repetidamente esas historias! Pero también, pienso que debe ser triste también para el que la cuenta una y otra vez, pues le reitera que limitó sus posibilidades de una vida llena de aventuras y momentos dignos de ser recordados y contados.
La calidad de nuestra ancianidad indudablemente depende de cómo decidimos vivir nuestra vida, bien expresado es que todo tiene su momento y que en cada etapa de nuestra existencia estamos llamados a vivirla de manera intensa. Si no, ¿de qué memorias vamos a vivir cuando la mente y el cuerpo involuntariamente nos obliguen a cumplir lo que nos corresponde al pasar los años?
Así que solo resta decir, que procuremos llenar nuestra existencia de todo tipo experiencias que puedan ser recordadas en las postrimerías de nuestro existir, pues al fin y al cabo a eso es a lo que finalmente le llamamos: ¡Vivir!
PD:
ERI – sigue disfrutando cada momento sin parar, con $ y sin $$.
TRC- que bueno que has encontrado tu felicidad
A mis sobrinas: tengan todos los novios que se les antojen, ¡al final siempre será una sorpresa con quien decidirán emparejarse!
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