Me encantan los rompecabezas. Cuanto mas complejos y difíciles de armar, mejor. Es una manía de organizar y dar estructura al caos. Me entretiene, retan, no pienso en nada y voy desarrollando paciencia para encontrar las piezas que se complementan. Desde que los abro y procedo a crear los grupos por colores, me entretengo. Aparecen piezas que están unidas, pero no encajan. Me recuerdan un poco esas parejas de seres que están unidas, pero no encajan o complementan, perdiéndose así la oportunidad de encontrar la pieza ideal que le corresponda. Somos complejos los seres humanos.

Pasar tiempo armándolos, me sustrae de las situaciones retantes que se presentan en mi condición de salud. Me ayuda a no pensar, aquietar los pensamientos, disfrutar como se va reflejando el orden en esa imagen compuesta de diversos trocitos con formas irregulares que a veces engañan la vista. Me rio muchísimo cuando descubro haber colocado piezas que aparentemente encajaban, pero que al mirar detenidamente me percato de que ha sido un guiño de la imagen de turno. Casi siempre me doy cuenta cuando no aparece la pieza que se supone vaya en el área que estoy trabajando. También me rio cuando coloco por casualidad una pieza elegida al azar y que cae perfectamente en ese lugar.

Es uno de mis pasatiempos favoritos que me han dotado de paciencia, calma mental, perseverancia (terminar lo que empiezo) y dominio de la ansiedad, cuando se presenta. Una vez los termino, los desmonto y los dono a tiendas de objetos de segunda mano, esperando que otros lo disfruten como yo. Es un pasatiempo entretenido, barato aun y que puede realizarse solo o en compañía. ¡Vale la pena intentarlo!