No la conocía y nunca tendré esa oportunidad. Esta semana, la adivinanza de turno en la prensa del país fue: ¿Dónde estaba Vanessa? Desde el día uno en que se presentó la información en las noticias, la esperanza era que apareciera y regresara a su hogar. Muchas preguntas, suposiciones, cuestionamientos surgieron; nadie esperaba el desenlace que llegó.
La joven apareció asesinada por su compañero de sus últimos cinco meses de vida. Creo que nadie sabrá la verdad a fondo y muchas voces se harán sentir ante este horrible crimen que viene a elevar la estadística de feminicidios en mi querido Puerto Rico. No sé si a otros les pasa lo mismo, pero la noticia apaga la alegría que debe traer la Navidad. Con actos como este, deja de ser la época más maravillosa del año, especialmente para esas familias y se convierte en una que marcará con tristeza eterna sus vidas para siempre.
Me pregunto continuamente qué pasa por la mente de esas víctimas, qué sienten, qué les falta para darse cuenta de que el amor propio debe ir por encima de todo lo demás. Si no somos capaces de valorarnos, conocernos en esencia, de querernos al punto de no permitir que nadie nos rebaje, ofenda o minimice nuestra existencia, entonces por ahí comienza el maltrato hacia nosotras mismas.
No son fáciles de desentrañar las razones de este mal social, que siempre ha existido, pero que ahora cobra visos agigantados gracias a la facilidad del manejo de la información a través de las redes sociales y el internet. Pero ya el clamor de que tenemos que despertar y entender que no bastan las marchas, ni tener una procuraduría de la mujer, ni crear grupos de apoyo, ni planes de trabajo que se quedan en gavetas, no son suficientes. Tenemos que movernos a la acción real.
¿Por dónde empezamos? ¿Qué tenemos que hacer para detener la violencia en todas sus manifestaciones? No hay una respuesta única. Debemos preguntarnos: ¿Qué podemos hacer desde nuestras capacidades para que no se pierda otra vida y que nuestra sociedad valore a la mujer como se merece? Estoy segura de que todos tenemos aportaciones valiosas para detener los feminicidios. Convirtamos en acción nuestras intenciones.
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