Sábado Milanesco

El 21 de octubre tuve a mi nieto por primera vez por bastantes horas, era su primer viaje y su primera visita oficial a la Florida, a casa de su abu (Yo). Llegó cerca del mediodía y sonriendo, contento, mirando con curiosidad todo a su alrededor. Su carita sonriente, mirada atenta, llena de inocencia y sin extrañar nada de lo que veía. Creo que la que estaba ansiosa era yo, con muchas dudas e inseguridades: ¿se quedará tranquilo?, ¿Llorará mucho?, ¿y si no se acostumbra?, ¿me acordaré de cómo se alimenta y se le cambia un pañal a un bebé?, etc.

Nada que ver con esos pensamientos. Milán se quedó tranquilito, entretenido con las monerías que hacemos las abuelas y mirando todo a su alrededor. Es un bebé feliz, tranquilo, querido. Solo hizo un llantito cuando le dio hambre, puesto el bibí y regresó la contentura. Me di gusto cargándolo todo el tiempo que estuvo en la casa, no hubo tiempo para hacer nada más. Se apiñaron los trastes, se quedaron los televisores solos prendidos sin que nadie les diera atención. Pasamos las horas escuchando los sonidos de un nuevo juguete que le tenia en casa, haciendo muecas y escuchando sus carcajadas inocentes por las monerías.

En el trasfondo de la conciencia, mientras tanto, le pedí a la Virgen que lo cuidara, lo protegiera. Al Niñito Jesús que lo acompañe, lo guíe y lo libre de todo mal. A su Ángel Guardián que siempre esté a su lado.  La vida es dura, no sabemos lo que nos presentará a través de los años. La mejor forma de enfrentarla es rodeada de amor y con la gente que nos extienda la mano y nos abra el corazón incondicionalmente. Eso Milán lo tiene de sobra. Espero tener muchos días más de cuido, juegos y momentos memorables que sean parte de su formación. ¡Te amo, Milán André!