Llorar

Hoy lloré. Quién me hizo llorar y por qué, no importa. Lo sucedido me transportó a mi niñez. A esos momentos en que mi papá tenía exabruptos (que eran muy pocos) y su reacción era inesperada por todos. Volví unos 45 años atrás.

Cuando pienso en la forma en que reaccioné, me pregunto varias veces la razón. No sé si mi sensibilidad está a flor de piel, si en realidad he perdido el don de la convivencia o si realmente ese recuerdo de mi niñez me asaltó en la tranquilidad de la mañana.

Lloré con sentimiento, con sentido de culpa, con ganas de que salieran todas las lágrimas aguantadas por tantos meses. Al final de ese llanto, llegó el alivio, el sosiego de haber sacado una opresión aguantada sin necesidad ni justificación. ¡Qué bien se siente llorar cuando se tienen ganas! Así como la carcajada sin freno y ruidosa, celebrada por todos, también el llanto es reparador y reconfortante, nos sana.

A veces olvidamos el alivio que pueden dar la risa y el llanto. Dos acciones tan opuestas, que exponen nuestros sentimientos sin camuflaje, al desnudo, volviéndonos a recordar nuestra insignificante humanidad y existencia. Uno es tan válido como el otro, la diferencia es lo que lo provoca, además de la duración que le otorgamos a cada una de ellas.

Reír, llorar, reparan el alma y nos devuelven la emoción perdida en el trajín del día a día, purifican el corazón y al final nos dejan saber que existimos.

Mayo 19, 2019

La mariposa primero es oruga

Mi amuleto favorito son las mariposas. Esas delicados y espectaculares insectos que se transforman y emigran según la época. Nosotros los hemos convertidos en símbolo de libertad. Si la atrapas, poco será su tiempo de vida.

La mariposa no siempre tuvo su hermosura. Tuvo su etapa de oruga y estuvo en un lugar estático, envuelta en seda, mientras esperaba su renacimiento como mariposa. Estoy segura que durante ese tiempo hubo ignorantes que, al verla en ese estado, la rechazaron y hasta se burlaron de su apariencia. Sin embargo, ese desprecio no la afectó y pacientemente esperó el momento de mostrar sus bellos colores y volar a lugares inalcanzables para muchos.

Todos tenemos nuestra etapa de oruga y puede que se nos presente varias veces en el transcurso de nuestra vida. ¿Cómo podemos superar la misma? Con sabiduría y siendo pacientes ante lo que se presente adversamente. Nadie planifica enfermarse. Cuando nos toca padecer alguna condición de salud, pensamos que se nos acaban las oportunidades. Aun con una enfermedad terminal, podemos enriquecer nuestra vida y la de otros. Esa es nuestra oportunidad de brillar y dejar huella de nuestra existencia. Renegar, enojarse, perder la fe no son opciones; por el contrario, nos contaminan el alma y el espíritu. Hay un refrán popular que dice: “Al mal tiempo, buena cara”, es sabiduría popular.

Durante esos periodos difíciles, abracemos nuestra fe con fuerza arrolladora, pongámonos las mejores ropas, mostremos siempre la mejor sonrisa que seamos capaz de regalar y hagamos como la mariposa, movamos nuestras alas para visitar a los demás como modelo de valentía y esperanza, disfrutando cada momento de vida como único e irrepetible.

Vivamos al máximo y conscientes cada día; eso es la vida.