Cubículo 19

Ese es el número de cubículo que me ha tocado para mi prevista última quimioterapia. No me fijé en el número de los anteriores, pero en este sí, porque tal vez es la última (así lo espero). Esto comenzó la primera semana de octubre, con el tratamiento para mi cáncer y sigo preguntándome ¿cómo pasó esto?

En la sala de espera, he visto pacientes llegar solos, tristes y mustios, desconozco sus razones y me provocan lástima. Nadie debería de pasar por esto en soledad, no es fácil. Especialmente en los días en que se cuelan pensamientos sobre la vida, la muerte y nuestro existir. Hay que conversar, de cualquier tema, distraernos, leer; así las horas pasan más rápido.

Durante esta travesía, me ha acompañado mi hermana. Se ha levantado conmigo en las madrugadas, me ha recordado los medicamentos a tomar, ha preparado mis loncheras, me llevó a cortar el cabello (o mejor dicho a raparme la cabeza cuando se me empezó a caer el pelo), ha llorado conmigo cuando ha sido necesario, me ha cocinado los antojos en esos días en que me he sentido horrible, no ha faltado a ninguna de mis citas médicas y ha entrado a escuchar y a hacer preguntas a mis médicos; en fin, es el ángel terrenal que Dios le dio a esta familia para que nos apoyara en momentos como estos.

No hay dinero ni acciones que puedan compensarle por lo que ha hecho. Mi hermana tiene A+, y a nadie en el mundo le ha tocado el privilegio de tenerla en la familia, solo a mí. Doy gracias a Dios por haber sido sabio al escoger entre sus hijos a los más unidos, solidarios, empáticos, de gran corazón e incondicional apoyo para constituir a la familia Rodriguez-Carro. Nos tenemos unos a otros y nada nos falta.

Viaje Espiritual

 

Desde pequeña he estado expuesta a diferentes creencias religiosas. Han sido periodos en los que exploré diferentes grupos, personas y escenarios con diferentes características y personalidades. Recuerdo un sábado en la casa donde crecí, Bayamón Gardens, a un par de personas, bastante mayores, llamar a mi mamá y pedirle que nos permitiera, a mis hermanos y a mí, asistir el domingo a una escuelita bíblica que ellos daban en su casa, retirada de la nuestra por tres calles. Mi madre accedió y al domingo siguiente, nos tenía listos y presentables, para que doña Paula y su esposo nos recogieran y asistiéramos a su escuelita. Creo que ahí fue la primera vez que empecé a leer la biblia. Nos enseñaron a conocer aspectos religiosos y a creer en un Dios de amor.

Antes de esta escuelita, ya nos había hablado de religión, mamá Carmín, quien nos cuidó hasta que ya estábamos en edad escolar. Al llegar nos pedía que oráramos con ella al comienzo de cada día, arrodilladas cerca de la cama y también a dar gracias por los alimentos a la hora de comer, pidiendo por los que no tenían.
En la edad escolar, comenzamos a asistir a la Iglesia Luterana, porque la escuela elemental estaba bajo esa iglesia. Íbamos todos los lunes al inicio de la semana y los viernes como cierre de la misma. Cuando nos fuimos a la escuela pública, me desconecté de esa iglesia.

Al llegar a la superior, asistimos a la Academia Discípulos de Cristo y comencé mi relación con esa iglesia, a la cual todavía asisto siempre que tengo una cerca. Creo que ha sido la más que han influenciado en mis creencias religiosas y donde más cómoda me he sentido.

No debo dejar de mencionar que estuve también en conocimiento de santería, que me llegó por un marido anormal que tuve, también de los Testigos de Jehová, por otro loco que llegó a mi vida y también he asistido a la Iglesia Católica (y asisto de vez en cuando si la tengo cerca).

Ha sido un arcoíris religioso que me ha ayudado a formarme, a descubrir la esencia de lo espiritual y a escoger aquello que me nutre espiritualmente, directamente de un Ser Divino, con distintos nombres y seguidores. Todo ello me ha ayudado a enfrentar el proceso por el cual estoy pasando y que espero superar, para poder ayudar a otros. ¿Cómo sé que me he estado preparando? Porque creo en causalidades, todo tiene una razón para que ocurra o exista.

En medio de este proceso he sentido paz y cuando intenta asaltarme algún pensamiento negativo, los buenos se encargan de bloquearlo inmediatamente. He aquí la lista de lo que siempre he hecho en armonía con mi espíritu:

 -Dar gracias a Dios cada día por estar viva y regalarme la oportunidad de servir.
 -Despedir el día dando gracias por todo lo vivido, haya sido bueno o negativo.
- Pedir por la salud y bienestar de todo el que he conocido en mi vida.
- Dar apoyo a quien lo necesita espiritualmente.
- Escuchar a quien necesita ser escuchado, aunque al final solo pueda darle un abrazo.
- Sacar de mi corazón los sentimientos que retrasan y destruyen al ser humano

Creo que es por eso, que cuando me dieron la noticia de que el cáncer se instaló sin invitación de mi parte, lloré un poco (es inevitable), pero lo primero que pensé fue: ¿ya? ¿y esto fue mi vida? Pues ha sido una mierda, porque todavía me quedan cosas por hacer. Así que las únicas palabras que se mantienen en mi cerebro han sido las que me dijo el oncólogo: “No estás enferma, tienes una condición que vamos a tratar y a eliminar de tu cuerpo”.

Vivo con esperanza, cada día lo recibo alegre y con enormes deseos de disfrutarlo al máximo. Cuando no puedo porque el cuerpo dicta otra cosa, entonces leo y escribo. Para ello me fui preparando a través de los anteriores años.