Rituales

Rito:
Costumbre o ceremonia. (según RAE)

Es el tradicional sábado, víspera de la celebración social del Día de las Madres. Vamos camino al cementerio, eso no cambia ni cambiará. Es el rito familiar establecido por mi abuela y antes que ella, no sé quién y que siguen mi mamá, mis tías y en mi generación seguiremos mis hermanos y yo.

Al llegar, comienzan a resaltar las tumbas arregladas y adornadas por los familiares y amigos de quien descansa en la tierra encajonada en cemento. Solo así es que puedo decir que se ve lindo el cementerio. Verlo provoca sentimientos encontrados: tristeza por la realidad de que ya no nos acompañan físicamente, recuerdos de los buenos y malos momentos compartidos, reflexiones sobre cuando nos toque a cada uno el momento, especulaciones de que hay más allá de la muerte, …

La generación anterior a la mía se preocupa por sus muertos, los recuerda, los atiende y se siente orgullosa de estos. Los visitan en días como este, les llevan flores, pintan sus tumbas y les rezan. La que viene después de nosotros nos mantiene en incertidumbre. No sabemos si sacarán tiempo para visitarnos, si se encargarán de mantener presentable nuestro último y permanente lugar ocupado en este mundo, dónde mantendrán o depositarán el polvo en el que nos convertiremos.

Con la llegada de las convenientes cremaciones, se ha revolucionado el ritual que acompaña a la muerte. Es más barato, menos tedioso y “cansón” y, en algunos casos, representa una alternativa para eliminar la obligada visita al cementerio. Las cenizas pueden terminar en el mar, directamente en la tierra o en el lugar preferido de los finados.

En este mundo capitalizado hasta para morirse hay que tener “verdes” $$$ guardados. Al final, se cumple la expresión: “que solo se quedan los muertos”.

Junio 2018

Autenticidad

Aprendí a jugar el juego político muy tarde. O quizás, no aprendí, me quedé en la fila de los iniciados. Lo que sí estoy segura es que hasta donde llegué, fue suficiente. Si ocupar un estatus social implica renunciar a lo que creo, pues renuncio. Si me obliga a montar cara feliz y sostener la hipocresía del acuerdo, renuncio. Si tengo que doblegarme a fuerzas externas que utilizan su adulación para crear en mí falsa creencia, renuncio.

Quiero respirar la franqueza de una vida dedicada y disfrutada en la verdad, aunque me cueste el no escalar en los niveles sociales establecidos. Estar segura de que, al respirar, lo hago a pulmón limpio, sin sacrificios, ni respuesta a codo obligado.

Mis respetos a todos los que se amoldan a las esferas sociales impuestas. Pero más aún a los que valerosamente sostienen posturas genuinas libremente elegidas. Somos los que disfrutamos de la libertad que el diferir nos da, nos autoriza a dialogar y mejor aún, a provocar la reflexión en los demás.

Junio 2018