CATILANGUA LANTEMUE

Este es el título de uno de los mejores cuentos que recuerdo en mi niñez. El mismo es de la autora Angeles Pastor, escritora puertorriqueña que produjo cuentos infantiles de gran calibre.

Me gustaba el cuento (y todavía lo disfruto) por varias razones: su musicalidad al utilizar figuras onomatopéyicas, la ruptura tradicional de la imagen protagónica del cuento (una mujer de aspecto tosco, fornida, color marrón), y lo que más me encantaba, que sus pies eran de barro. Imagínense la fascinación que produce en la imaginación infantil el hecho de que alguien tuviese los pies hechos de barro, ¡difícil de creer, pero posible dentro de ese imaginario mundo!

Más tarde, muchos años después, en un viaje a Lousiana, me topé con una canción, en ritmo de salsa, que aludía a este relato, ¡y también la amé! Fue grabada por Jerry Medina en el 1998, con el mismo título del cuento.

¿Por qué en estos días recuerdo este cuento en particular? Creo que me identifico con Catilangua en ciertos aspectos. Llevo viviendo 6 años fuera de mi país, y en una nueva comunidad y apenas conozco el nombre de mi vecina. No sé si ella recuerda el mío, pues siempre que nos encontramos me llama vecina. Lo que se traduce aquí en que cada cual a lo suyo y apenas se tiene tiempo de socializar. Muy diferente al lugar donde crecí, donde los vecinos eran la familia extendida y se convertían en tíos/ tías de todos.

Siempre percibí mis pies ligeros, descalzos y prestos para correr a otros lugares nuevos, llenos de experiencias por vivir y retos. Me he mudado mas de 20 veces, he vivido en 3 estados, he tenido casa propia y alquilada, siempre en busca de mejorar lo que me rodea. Por primera vez siento que me quedaré aquí, que será el lugar donde pasaré el resto de mi existencia y mis piernas de barro se están fundiendo en este suelo pantanoso floridiano, que no me suelta y solo me permite salir cuando me invade la nostalgia por el mar y el sol de mi patria, Puerto Rico. Como Catilangua, corro tras esa brisa y olor a mar que me llama, invitándome a recargar baterías para continuar con la vida cotidiana.

Referencia

El Rinconcito Cultural RD., and El Rinconcito Cultural RD.Este es un blog. “Catilangua Lantemué.” El Rinconcito Cultural RD., Matos Medina, Walys, 1 Jan. 1970, https://elrinconcitoculturalrd.blogspot.com/2020/04/catilangua-lantemue.html.

“Del hocico hasta el rabito”

Esa es la frase de mercadeo bajo una señal de cerveza en una pintoresca lechonera en Guavate, PR. Y es que el que quiera conocer de corazón adentro como vive la cultura el puertorriqueño, tiene una visita obligada a Guavate.

Conozco el sector desde niña, pues era la ruta obligada para visitar el pueblo de Patillas, lugar de origen de mi padre. Los domingos había que madrugar y montarse en el carro para el largo viaje a través de las montañas y curvas serpenteantes que unen el norte y el sureste del país. En ese entonces nada sabía de apreciar los paisajes, los lugares y vistas que se presentaban a través del cristal del carro.

Lo que si recuerdo con mucho cariño son los juegos que inventábamos para entretenernos y a la vez retar la imaginación y el lenguaje. Un veo, veo, ¿Qué ves?, una cosita, ¿con qué letrecita?, con la letrecita … y ahí llegaba la risa, después las peleas por las trampas que hacíamos, etc. O el reto de leer los carteles antes de que el automóvil pasara de largo y nos impidiera conocer lo que decía, tal vez por eso desarrolle la lectura veloz que aun practico.

Había una rutina que seguir. Primero transitar parte de la carretera número 1, entrar por el Barrio Borinquen, subir por la carretera #  1, llegar a casa de Cundo. Cundo era el mejor “lechonero”, o sea asador de lechón, que existía en toda la ruta. Si por razones ajenas no llegábamos antes de las 10 AM, nos teníamos que ir con solo el olor de las brasas en nuestras narices y la conformidad de llenarnos la tripa con otro lechón no “cundero”. Esa era una de las razones por las que debíamos madrugar los domingos patillenses.

En esa época, se apiñaban varias lechoneras, aunque no tantas como las que existen ahora. Había música, vendedores de chucherías, turistas y se entremezclaban los visitantes con los locales en un intercambio de voces y diálogos sobre lo que ocurría en el país. Pocos eran los lugares que tenían baile y si lo tenían, eran más cercano a boleros y música “de campo”.

Todo evoluciona y Guavate también ha cambiado. Una visita al lugar ahora presenta la compleja decisión de dónde comerse el mejor lechón a la vara. De cómo evadir, no ya la vellonera, sino el escándalo de lo que llamamos “raspa palos”, por no tener grabado un disco o no sonar en la radio. El elegir entre un lugar con o sin música, con bailarines o sin ellos, las cervezas más frías y el ambiente familiar que promocionan los carteles.

Ahora a Guavate se va de chinchorreo, en “party bus”, en caravana. A pasarla bien, a disfrutar con la alegría contagiosa de los que van a buscar su ratito de diversión bailando, compartiendo, despojándose de recatos y liberando la “vena” de artista anónimo para tener su momento de gloria. A Guavate se va todo el año, porque allí es donde se palpa nuestra manera de ser como puertorriqueños y las divisiones de clase ni se palpan. Así que, si quieres saber lo que es Puerto Rico en su esencia, no dejes de ir a las lechoneras de Guavate, no importa la época del año, si te quedas en el viejo San Juan ¡no sabrás lo que te estás perdiendo!

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