Navidad 2021

En este proceso de larga recuperación, he tenido tiempo de sobra de estar frente a la idiotizante televisión, más por aburrimiento que interés, y estar también pendiente de las noticias de PR y de acá. Durante todo el mes de diciembre los anuncios de felicitaciones por las fiestas navideñas fueron constantes y sonantes. En ninguno vi que se hablara o expusiera el verdadero significado de esta época, la celebración del nacimiento de Jesús. Ciertamente, hemos perdido el rumbo.

Se habla de reunión de amigos, de familia, de celebrar, de regalos, decoraciones, etc. Nadie se enfoca en el sentido real que siempre ha tenido una época tan hermosa, aun cuando estamos todavía con los estragos de una pandemia.  Debemos buscar en nuestro corazón y espiritualidad y retomar nuestra cristiandad para vivir acorde con lo que Dios nos propone. Retomar ese sentido real y volcarnos todos los días a amar a los demás, ayudarlos, encontrarnos y dar esperanza a las futuras generaciones. Aprender de los errores no es fácil, creo que es la lección más difícil que tenemos los seres humanos. Chocamos con lo mismo en el transcurso de nuestra vida, en muchos casos ni nos damos cuenta o simplemente nos negamos esa oportunidad de aprender. Somos tercos, egoístas, empecinados, obtusos. Cuando venimos a darnos cuenta, a veces es muy tarde o estamos envejecidos.

Si he aprendido en este proceso o intento de alargar mi vida, ha sido a valorar lo que realmente es importante. Mi relación con Dios se ha fortalecido y no es porque tenga miedo a morir, eso todos los mortales lo tenemos seguro. Sino porque internamente la sensación es maravillosa y veo con otros ojos a los demás. Confieso que me pone triste la idea de ya no estar aquí, pero esa tristeza no es por mí, es por los que se quedan y no voy a poder apoyar. Sé lo que es extrañar a alguien sin la posibilidad de volver a verle, me pasó con mi papá, ya van casi 25 años y ese vacío es como el primer día.

Aprendí también que el don más preciado es la salud. Sin ella, todo se hace muy difícil y a veces imposible. De niños, nuestros padres están a cargo de cuidarnos y protegernos para que la tengamos siempre. De adolescentes damos por sentado que somos invencibles y nos arriesgamos a retarlo todo, incluso a la salud. Ya en la adultez, empezamos a preocuparnos por hacer cambios en aras de conservarla y mantenerla a toda costa. Llegamos a la vejez y afloran las consecuencias de nuestros descuidos, maltratos y desarreglos, obligándonos a creer en pastillas milagrosas, pociones y menjunjes para atender lo que se presente durante los últimos años de nuestra existencia.

Son muchas las lecciones y cambios que debemos tener. El más significativo y que debe ocupar el primer lugar es nuestra relación con el Ser Supremo. Si comenzamos por ahí, iremos creando una ola que arrope a la humanidad y se vuelque a practicar el amor entre los seres humanos. ¡Qué mejor época para empezar que no sea Navidad!

12/31/2021

Hijo mío,

Hace unos meses me pediste que te escribiera algo, letras que tal vez quieres validen qué lugar ocupas en mi vida y cuánto te amo. Recuerdo te contesté, deja que organice mi espacio mental para que los sentimientos no nublen mi pensamiento. Aquí lo que te prometí.

Nuestra familia siempre ha sido de clase media. Una abuela que trabajó y fue de las pocas que guardó la honestidad y lealtad de servicio como empleada del gobierno de PR; eran otros tiempos. Abuelo, brillante, servidor, baluarte de una familia que se mantuvo en la humildad y ganó con trabajo un lugar en la sociedad. Siempre nos modeló un ejemplo, compasividad y ayuda a los demás. Lee Navidad en mi niñez, está en mi blog.

Cuando me enteré que estaba embarazada, por poco me muero. Pero inmediatamente supe que iba a seguir adelante. Tenía una familia solidaria, era profesional y podía afrontar lo que viniera. Que pasé las de Caín, ¡mis amigas te pueden contar!

Pero seguí adelante, sin bajar la cabeza, no había razón. Tu padre y yo nos enamoramos ¡y de qué manera! Siempre pedía a Dios que me permitiera apoyarte, amarte y ser incondicional contigo.

¡Oye, y mira que diste la batalla! Pregúntale a tu madrina Cuqui, ella sabe lo que tuve que enfrentar.

Naciste un 13 de enero, a inicios de año, Capricorniano. No tuviste paciencia para nacer cuando te tocaba, eso era un signo de lo arrojado que ibas a ser. Eso te hace un signo de tierra, que va muy bien con el mío, de agua.

De los 0 a la 10, todo bien. Cuando llegaste a esa edad, comenzaste a sentir que eras grande. En una ocasión no estuve a la hora acostumbrada para recogerte en el colegio y sin encomendarte a nadie caminaste de Puerta de Tierra al Morro. Se formó un corre y corre, que quizás ni te acuerdas, pero llegaste bien.

De los 12 a los 16, tuviste lo que cualquiera tuviera a esa edad, pero no fue fácil. Sin embargo, a Dios gracias, nada de drogas, nada de pastillas ni tampoco asuntos escondidos. Siempre te recordaba que tenías que cuidarte, que todo tenía un tiempo y que si te embarcabas en una paternidad iba a ser para toda la vida. ¡Olvidé un detalle!, siempre le dije a tu padre que te ibas con el cuándo supieras hablar y contarme como lo habías pasado. Tu familia paterna te aceptó desde el primer segundo. Nunca voy a olvidar la reacción hermosa de tu abuela Ramonita cuando te cogió la primera vez, fue memorable.

Ya has crecido, ya alcanzaste la edad adulta, ya has comenzado a darme motivos de orgullo. Eres un profesional, responsable, autosuficiente, buen amigo, proveedor y respetable. Las travesuras de juventud te formaron y mi recia crianza te moldeó. Tenemos historias, celebramos cumpleaños, viajamos, disfrutamos momentos buenos y malos. Ya voy a mi ocaso, sé que vas a estar para mí.  

Así que, te toca continuar, te toca seguir demostrando los valores que te inculqué. Te toca imitar a tu abuelo, abuela y demostrar que los sentimientos y valores se cultivan. Que has ido madurando, que vas comprendiendo cuál es tu misión en la vida y sobre todo, que siempre vas a estar ahí para quien lo necesite. Te amo infinitamente, incondicionalmente y sobre todo, inmensurablemente.

Mami

PD. Olvidé decirte que eres mi razón de vida, lo mejor que me ha pasado y que siempre estoy aquí para apoyarte, amarte y todo lo que la vida nos depare en este junte. 😍

Inadvertida equivocación

Era el vuelo número # 133 de UA. Había perdido la cuenta. La diferencia de ahora es que le había tocado primera clase. A eso sí que no estaba acostumbrado.

Se plegó a realizar lo que los demás pasajeros estaban haciendo en cabina, así que ordenó “ Red wine, please”. No bebía o mejor dicho, no estaba acostumbrado a ello. Pero, por aquello de disfrutar su exposición a una categoría que no le era usual, no podía desaprovechar la ocasión.

La voz del piloto interrumpió sus pensamientos: “We apologize for the inconvinience, our maintenance crew tell us that they will complete the security check for the baggage doors, in the next minutes. As soon as they finish, we are good to go. Thanks for selecting us as your trust airline.”

Unos minutos después, el avión despegó. Tan pronto notó que estaba en modo normal de vuelo, decidió ir al baño. Estaba disponible. No era su actividad favorita, pero entre el agua, el vino y la cerveza consumidos, el cuerpo le reclamaba un desagüe obligatorio. El espacio era pequeño, se le ocurrió de pronto cuestionarse  cómo era posible que su jefe, de unas 400 libras, cupiera allí. Lo imaginó chocando con las paredes y maldiciendo a quien inventó el tamaño de los baños del avión.

Regresó a su asiento y recibió el servicio destinado a primera clase. No podía quejarse, en ninguna otra empresa lo iban a tratar como aquí: “doctor Ortiz, acompáñenos en la ceremonia de graduación, doctor Ortiz: necesitamos que nos reseñe el último libro del historiador Emerson, etc.”

A la media hora del despegue, comienza la asistente/azafata/sirvienta de vuelo, a ofrecer en una bandeja unos rollizos blancos, humeantes y tentadores, a todos los pasajeros. Al llegar su turno, lo toma, siente el calor y se lo echa a la boca, cual bocado entremés que le adelantan para su apaciguamiento de reclamo estomacal/tripal.

Pero para su sorpresa, el rollito caliente, humeante y sin sabor, se le expande al contacto con su saliva y se abre, cual servilleta desdoblada y se le atraganta en la garganta. Se pone rojo, suda y disimula ante los demás pasajeros. Solo le resta sacar aplomo y expresar: “Necesitaba algo que me limpiara la boca, pues la ensalada del mediodía tenía cebollas y no podía soportar el “after taste” que sentía en mi aliento.” Mira a su esposa y le dice: Procede tú con la limpieza de tus manos y no te atrevas a decir más.”

Y así pasó inadvertidamente un momento insignificante que develaba el asno que siempre había sido y nunca se percató de ser.

2019

2019, inició con la salud todavía comprometida. Cada vez que escuchaba de cualquiera que no superaba su batalla, emocionalmente me afectaba y sigue afectando.

Soy bendecida, por todas las esquinas. Muchos ángeles en el camino oraron y se solidarizaron con mi proceso. No todo el mundo tiene esa bendición. Si los fuera a categorizar, cada uno tiene el cielo gano.

Mi ángel mayor espiritual, Dios. Escuchó mis oraciones y peticiones de una oportunidad más para seguir ayudando a otros. Mis ángeles terrenales: mi hermana Titi y mi hermana por elección, Yolanda Torres. Siempre presentes, siempre pendientes y listas para apoyar en esos días en que una piensa que ya no puede más.

Mi mamá, quien durante este año también enfrentó ese monstruo que aparece sin que lo esperemos y que cree que como guerreras vamos a claudicar. Se encontró con nuestras voluntades inquebrantables y espíritus luchadores, que ante las amenazas nos crecemos y creamos una solidaridad impenetrable.

Mi compañero Miki, quien a pesar de que tuve días en que era difícil mirarme, siempre que lo hizo solo proyectó amor incondicional y compasión.

Mi hijo, Giancarlo, quien dentro de sus emociones siempre me dio esperanza y me hablaba del futuro sin limitaciones.

Mañana 24 de diciembre voy a cumplir mi promesa con el Divino Niño Jesús, es una deuda. Tendré presente a todos los que luchan con esta plaga y a los que tuvieron una corta oportunidad. Pediré por todos, espero que mi alma y corazón acomoden a todos en igualdad de amor.

La vida es un recorrer lleno de sorpresas y oportunidades. Cuando aprendemos a reconocer nuestra mortalidad y entendemos qué hay un ser espiritual más grande que dirige nuestra existencia, comenzamos a entender la razón de nuestra existencia y cuál es el propósito por el que visitamos este espacio terrenal. 

Celebremos cada día nuestra existencia y aprovechemos cada momento para ser felices, agradecer nuestras bendiciones, tener empatía y compasión con el que lo necesita, pero sobre todo compartir el amor de Dios incondicionalmente.

Lo importante

Lo verdaderamente importante siempre ocupa lugares secundarios o terciarios en nuestras vidas, o lo que es peor, esta difuso ante nuestra vista. Basta con un giro inesperado en nuestra vida y ¡zas!, se trastoca la forma en que la llevábamos; esa que pensábamos era la “normal”, la “correcta”. Cuando esto ocurre, comenzamos a cuestionarnos, a dudar, a ver desde otra perspectiva lo que pensábamos era importante. Es desde ese momento que iniciamos el viaje de identificación, de selección y exploración real sobre lo que verdaderamente debemos valorar en nuestra existencia.

Comenzamos a escoger, a ser selectivos, a cuestionar, a hacer las cosas de otra manera. Sin prisa, con calma, con nueva mirada a lo que nos rodea, con preguntas qué tal vez no tendrán respuesta o al menos una con sentido común.

Ya lo importante no es la cantidad de amigos que tenemos, sino quienes se han mantenido cerca en los momentos difíciles que nos toca vivir, así la popularidad pasa a último lugar o desaparece como medida, dando paso a la solidaridad.

El trabajo y todo lo que implica, los bienes materiales, nuestra apariencia,

hasta los planes que hacemos, todo deja de tener prominencia en nuestras vidas. Los sustituyen la salud, en primer lugar, sin ella la vida se limita en gran medida. La atención y el tiempo que le dedicamos a nuestra familia sube dentro de la pirámide de prioridades, creando esos momentos memorables que nos ocuparan mentalmente cuando necesitemos recordar.

La independencia de criterios se vuelve más personal y nos apartamos del adoctrinamiento social que nos arropa a medida que vamos creciendo, limitando nuestra creatividad, respuestas y modo de hacer las cosas.

Nuestra espiritualidad se independiza y nos damos cuenta de que la oración no es otra cosa que conversaciones con Dios o el Ser Supremo que la dirija. Se estrecha esa relación y nos llenamos de calma y esperanza para enfrentar lo que se presente. Se agudizan nuestros sentidos y vemos la manifestación de Dios en todo lo que nos pasa y nos rodea.

Invertimos nuestra pirámide de prioridades y desaprendemos para entonces reconocer lo verdaderamente importante y valioso que tenemos en nuestra existencia, comenzando así a vivir conscientes y en forma plena hasta que llegue el momento de trascender.

Nuevo orden